En 20 años, más de 6.000 millones de personas vivirán en ciudades, sobre todo en África y Asia. Este crecimiento urbano obliga a buscar soluciones para que esas ciudades sean organizadas, sostenibles e igualitarias. La vivienda y el transporte serán las claves.
Si tuviésemos que colocar a toda la población mundial en una balanza y conseguir que ésta quedase más o menos equilibrada, podríamos dividir a las personas según su lugar de residencia. Actualmente, un poco más de la mitad (el 56 %) de los 8.000 millones de seres humanos que pueblan la Tierra vive en zonas urbanas, mientras que el resto lo hace en zonas rurales o poblaciones pequeñas. Sin embargo, esta balanza se iría desequilibrando más y más con el paso de los días.
Se calcula que en 20 años la población urbana mundial aumentará 1,5 veces hasta llegar a sumar 6.000 millones de personas. Y que, para 2050, siete de cada 10 personas vivirán en ciudades. Esto generará una presión urbanística muy fuerte que nos obliga, ya hoy, a diseñar las ciudades del futuro para garantizar que sean habitables, justas y sostenibles.
¿Cómo serán las ciudades del futuro?
Al pensar en las ciudades de dentro de 20 años, solemos imaginar grandes edificios y tecnologías innovadoras. Sin embargo, no podemos asegurar que las calles de las próximas décadas estén llenas de taxis voladores o vehículos autónomos. Lo que sí podemos anticipar es que muchas de estas ciudades serán muy grandes y crecerán, sobre todo, en África y Asia.
De acuerdo con el informe World Population Prospects 2022, publicado por la ONU, más de la mitad del crecimiento de población mundial estimado para 2050 se concentrará en solo ocho países: la República Democrática del Congo, Egipto, Etiopía, la India, Nigeria, Pakistán, Filipinas y Tanzania.
El Banco Mundial aporta otro dato interesante para imaginar cómo será el mapa de las ciudades en el futuro: el aumento del uso del suelo urbano supera el crecimiento de la población hasta en un 50 %. Esto significa que, ya en 2030, el mundo puede contar con 1,2 millones de kilómetros cuadrados de nueva superficie construida.
Esa expansión ejerce presión sobre la tierra y los recursos naturales, y deja la puerta abierta a que se dé un desarrollo poco inclusivo y desigual. En contraposición a esto, existe la ambición de crear ciudades organizadas, sostenibles e igualitarias.
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Los retos del crecimiento de las ciudades
Los desafíos de las ciudades pueden dividirse en dos grandes grupos: los sociales y los medioambientales. En primer lugar, las urbes deben organizarse para garantizar el acceso a buenas infraestructuras y a servicios a toda la población. En segundo lugar, deben hacerlo reduciendo al máximo sus emisiones de gases de efecto invernadero y los niveles de contaminación. Se calcula que, actualmente, las ciudades son responsables de dos tercios del consumo mundial de energía y de más del 70 % de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Entre los retos que identifica el Banco Mundial para las ciudades, están satisfacer la demanda acelerada de viviendas asequibles y de nuevas infraestructuras, crear sistemas viables y optimizados de transporte y aumentar la resiliencia frente al cambio climático.
A esto se suma crear servicios básicos y empleo para todas las personas, incluidas las más pobres, y dar oportunidades a los desplazados. Se calcula que más de la mitad de las personas desplazadas por la fuerza terminan viviendo en zonas urbanas.
Otros grandes retos son alcanzar la eficiencia energética, integrar a todas las personas en la vida cultural y utilizar los datos para construir modelos de ciudades inteligentes que detecten las necesidades y generen sus correspondientes soluciones al instante.
Las viviendas y el transporte: clave en las ciudades
Países y regiones de todo el mundo cuentan con planes para hacer sus ciudades más sostenibles que pasan por transformar tanto las viviendas como los vehículos. En relación con los edificios, las estrategias giran en torno a un concepto: la descarbonización.
Se espera que, en los próximos años, los edificios aumenten su eficiencia energética, dejen de depender de energías fósiles para su iluminación y climatización e introduzcan sistemas de energías renovables, como los paneles fotovoltaicos.
Es importante también reducir el impacto de su construcción. Por ello, se espera que los edificios se levanten con materiales bajos en carbono y que, en su construcción y rehabilitación, se fomente la economía circular y el aprovechamiento de los materiales.
El objetivo está en que estas viviendas sean, también, igualitarias, para que las ciudades dejen de dividirse entre zonas ricas y suburbios con infraestructuras de baja calidad. Tal y como recuerdan desde el Banco Mundial, los edificios –no solo las viviendas, sino también los que albergan hospitales, colegios o actividades comerciales– están estrechamente vinculados a la economía, el empleo local y la calidad de vida y deben diseñarse para proteger a las personas.
Modernizar los sistemas de transporte también se antoja fundamental. Se espera que la movilidad aumente y que lo hagan también los precios de los combustibles (se calcula que, por ejemplo, el precio del barril de petróleo se duplicará entre 2005 y 2050). Estas dos realidades hacen necesarios sistemas de transporte más flexibles, accesibles e independientes de las energías fósiles.
Si atendemos a las políticas de la Unión Europea, por ejemplo, las ciudades de dentro de 20 años tendrán sistemas de transporte público más completos, más vías para desplazarse en bici o caminando de forma cómoda y agradable, redes de puntos de recarga para favorecer el transporte eléctrico, estaciones multimodales y sistemas de transporte bajo demanda, entre otras características.
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