El 16 % de la población urbana global ya se mueve usando bicicletas y patinetes. En 2030, el mercado de estas nueva y sostenible micromovilidad moverá 440.000 millones de dólares. Mientras, el transporte público avanza para ser más eléctrico, limpio y autónomo.
Berna no es Copenhague, ni tampoco Ámsterdam. Sus calles no están atestadas de bicicletas y las dos ruedas no son particularmente populares entre sus habitantes: un 15% usa la bici como medio de transporte habitual, en la media europea. Sin embargo, la capital de Suiza aparece en el Global Bicycle Cities Index como una de las 10 ciudades del mundo más amigables para los ciclistas. La calidad y la seguridad de sus carriles-bici, la buena disponibilidad de servicios de uso compartido de bicicletas (bike sharing) y la regularidad con la que celebra días sin coches, cerrando muchas de sus calles al tráfico, la sitúan en la parte alta de esta clasificación.
Mientras el mundo busca alternativas a los motores de combustión, las ciudades imaginan soluciones para reducir la dependencia de los coches. En los planes para avanzar hacia un futuro más limpio y sostenible, la bicicleta juega un papel importante. Pero, como en el caso de Berna, no todo se reduce a pedalear. Analizamos las principales tendencias en micromovilidad y transporte público en el planeta.
Bicicletas compartidas e integradas en la red de transporte
Los sistemas de bicicletas compartidas, en los que los ciudadanos pagan por uso y solo acceden a la bici cuando la necesitan, son ya habituales en muchas ciudades. Pero en núcleos como Berna (que cuenta con 2.400 bicicletas eléctricas y 200 puntos de estacionamiento) le han dado una vuelta de tuerca más al concepto de bike sharing. Allí, la infraestructura ciclista está integrada en la app de transporte público, por lo que los usuarios pueden calcular sus rutas combinando, por ejemplo, bus y bicicleta y también pueden pagar el servicio con su pase de transporte público. Otras ciudades, como Toronto o Barcelona, han integrado su red de bike sharing en Google Maps, facilitando aún más su uso.
El boom de la micromovilidad como servicio
Cuando Horace Dediu pronunció por primera vez el término micromovilidad en 2017, el concepto hacía ya tiempo que estaba tomando forma en algunas ciudades. Bajo esta palabra se agrupan todas las soluciones a la llamada última milla del transporte personal, sobre todo, en urbes muy pobladas. Estas soluciones han tomado la forma de servicios de vehículos muy ligeros como patinetes eléctricos, bicicletas compartidas y bicicletas con asistencia eléctrica, entre otros.
La micromovilidad ha acabado desembocando en un nuevo mercado de movilidad como servicio (MaaS, por sus siglas en inglés) que no deja de crecer y está transformando por completo las ciudades. De acuerdo con la consultora global McKinsey, el 16 % de la población urbana global ya se mueve usando plataformas de micromovilidad y más de la mitad de las personas que hoy se desplazan en coche se sienten atraídas por estas nuevas opciones de moverse por la ciudad. Según la consultora, el mercado de la micromovilidad global multiplicará su valor en los próximos años, desde los 180.000 millones de dólares actuales hasta los 440.000 millones en 2030.
Los hubs urbanos de movilidad
Ante la proliferación de servicios de movilidad compartida, la necesidad de reforzar el transporte público y la aparición de nuevos medios de transporte privados (como los coches y las motos eléctricas), en los últimos años, algunas ciudades han dado pasos para reorganizar el tráfico urbano creando hubs de movilidad que conecten todos los sistemas de transporte. En Los Ángeles, por ejemplo, se han puesto en marcha varios proyectos piloto en los que las estaciones de transporte público están equipadas con puntos de bicicletas y patinetes compartidos y cuentan con aparcamientos para bici, así como estaciones de recarga para vehículos eléctricos.
El transporte público más eléctrico (y autónomo)
Hasta hace tres años, para llegar a Nordhavn, un área industrial al norte del centro de Copenhague, se podía usar el cercanías, la bicicleta o el bus urbano, además de un vehículo privado. Pero desde 2020, los habitantes de la capital danesa pueden subirse también a un bus autónomo. Como parte del proyecto AVENUE, del programa Horizon de la Unión Europea, Copenhague, Ginebra, Lyon y Luxemburgo están poniendo a prueba este nuevo sistema de transporte público, eléctrico y sin conductor.
Si las tecnologías autónomas son la punta de lanza del futuro de la movilidad colectiva urbana, la electrificación y el uso de combustibles limpios son el presente. De todos los autobuses vendidos en Europa en 2022, el 67 % tenía motor diésel, pero el 33 % restante se repartía entre eléctricos, híbridos y vehículos de combustibles alternativos como el biogás, según datos de la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles. De acuerdo con los planes de la Comisión Europea, todos los autobuses urbanos que se vendan a partir de 2030 deberán de ser cero emisiones.
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La intermodalidad en las apps de transporte público
La app móvil más usada del mundo es Google Maps. Las personas estamos cada vez más acostumbradas a usar la navegación móvil para trazar rutas más cortas y ahorrar tiempo y dinero. Conscientes de ello, las autoridades locales de transporte han apostado fuerte por sus propias plataformas móviles y por la intermodalidad, es decir, la posibilidad de integrar en la planificación de un mismo trayecto todos los medios de transporte disponibles en la ciudad. Para McKinsey, esta es una de las cinco tendencias emergentes que están cambiando la forma en que nos movemos por la ciudad.