Cambio climático, igualdad social y económica, crecimiento sano y pleno empleo, acceso a recursos e infraestructuras, instituciones sólidas, paz y justicia. Son algunos de los principios que engloban los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas para construir un planeta más sostenible. Para alcanzar estas metas, la ONU calcula que hasta 2030 se necesitarán entre 5 y 7 billones de dólares anuales y para alcanzar la neutralidad climática –es decir, la no emisión de gases contaminantes– entre 3 y 5 billones adicionales cada año.
En la búsqueda de conseguir este crecimiento apoyado en una triple rentabilidad –económica, social y medioambiental–, autoridades y tejido empresarial están impulsando la sostenibilidad a partir de la aplicación de los criterios ESG (Environmental, Social, Governance, en sus siglas en inglés; ASG, en español) y del fomento de proyectos que generan retornos a largo plazo en comunidades vulnerables. Dicho de otra forma más sencilla y en palabras de Quyen Tran, directora de Inversión de Impacto BlackRock: “La inversión ESG evalúa cómo trabaja una empresa y la inversión de impacto que produce u ofrece dicha compañía”.