La Tierra alcanzará la increíble cifra de 10.000 millones de seres humanos en 2050. Uno de los principales desafíos es cómo seremos capaces de alimentar a todo el planeta de forma sostenible. Es ahí donde entra en juego la denominada ‘agricultura inteligente’ (smart farming).
El instinto de supervivencia de los seres humanos ha sido, y es, uno de los principales motores de progreso y desarrollo. Gracias a él, se han conseguido avances inimaginables en el área de la salud. De hecho, la esperanza de vida hace un siglo no pasaba de los 46 años, mientras que ahora, en los principales países europeos, se rebasan los 83. Es decir, hemos conseguido vivir casi el doble de tiempo.
Este fenómeno ha generado efectos notorios en la población mundial, que se ha disparado en más de cuatro veces. De los 1.860 millones de habitantes en los años veinte del siglo pasado, se ha llegado a los 8.000 millones de la actualidad. Un crecimiento demográfico fruto de la prosperidad y del instinto de supervivencia que ha abierto nuevos problemas, entre ellos el cómo seremos capaces de producir y alimentar a una población cada vez más creciente. Es ahí donde interviene una nueva revolución, la llamada smart farming (agricultura inteligente).
Agricultura inteligente, una necesidad
En 2020, la revista científica New Scientist publicó un interesante informe en el que señalaba que la tierra tan solo era capaz de abastecer productos de manera sostenible para 3.400 millones de personas, mientras que el resto de la producción se estaba haciendo sobrepasando los límites de sostenibilidad. Un escenario que, al menos sobre el papel, podría agravarse cuando lleguemos a los 10.000 millones de habitantes.
Este aumento de la población, además, vendrá de la mano de un aumento de la demanda de alimentos. Según anuncia la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la demanda de cereales llegará a los 3.000 millones de toneladas en 2050 –1.000 millones más que la cifra actual– mientras que, la producción cárnica tendría que crecer en 200 millones de toneladas para poder cubrir la demanda estimada dentro de 26 años, fijada en 470 millones de toneladas.
Unas cifras de crecimiento en la producción de la alimentación que requieren una intensificación de las producciones agrícolas y ganaderas, además un mayor consumo de agua dulce. Precisamente, es aquí, en la parte del aumento de la eficiencia donde entra en juego la llamada smart farming: la aplicación de la tecnología más puntera a la gestión del campo para lograr los objetivos que hagan posible abastecer de alimentos a toda la población actual y futura.
La revolución (y salvación) de la smart farming
La smart farming se refiere al empleo de las últimas tecnologías surgidas durante la Cuarta Revolución Industrial en la agricultura y la ganadería, con el objetivo de mejorar tanto la cantidad como la calidad de la producción, optimizando el uso de recursos y reduciendo al mínimo el impacto en el medio ambiente. Aquí entra en juego el big data, la tecnología espacial, los drones, la inteligencia artificial y la robotización. China, el segundo país más poblado del mundo, es uno de los que ya han puesto en práctica esta tecnología, haciendo que las explotaciones agrícolas familiares consigan aumentar su producción un 8,5 %, tal y como se muestra en el estudio From Traditional to Smart: Exploring the Effects of Smart Agriculture on Green Production Technology Diversity in Family Farms, publicado por la Northwest A&F University (China). Sin embargo, no es el único país que está apostando por esta revolución. EE. UU., mediante el Departamento de Agricultura (USDA), ha anunciado inversiones de 3,84 millones para potenciar las investigaciones en esta nueva revolución alimentaria.
Y no solo se habla de disparar la producción, también su sostenibilidad. Tal y como reconoce este estudio de la Unión Europea, la agricultura inteligente puede llevar a una disminución del consumo de agua, fertilizantes y pesticidas de aproximadamente un 20 %, al tiempo que aumenta la producción. Por ejemplo, los drones habilitados con el programa Galileo ayudan en la monitorización de los campos antes de la cosecha.
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