Planificar la inversión requiere siempre de un presupuesto. Organizar ingresos y gastos en el tiempo permite controlar las finanzas personales, generar un mayor ahorro y gestionar mejor los pagos. Hay reglas para perfeccionar tu presupuesto.
¿Qué es un presupuesto personal?
Un presupuesto personal no es otra cosa que una organización de los ingresos y gastos que se tienen previstos en un periodo de tiempo. Generalmente, lo ideal es ir mes a mes modificando los objetivos en función de la situación financiera en cada momento.
En este presupuesto deben aparecer la totalidad de ingresos que se tengan para ese periodo. Además del salario, se pueden recibir otras rentas derivadas del alquiler de una propiedad, ingresos pasivos derivados de la inversión u otro tipo de rentas secundarias. Al mismo tiempo, se deben plasmar los gastos esperados para ese mes. Desde el gasto estimado en suministros, hipoteca o alquiler, comida, ocio, etc. En definitiva, se trata de poner sobre el papel los ingresos y gastos que se tienen en un periodo de tiempo.
¿Qué beneficios nos da hacer un presupuesto?
El principal beneficio es el control de las finanzas personales que, a su vez, lleva a generar un mayor ahorro y planificación de los pagos. Además, también sirve para tener una mayor tranquilidad, contar con un colchón financiero para hacer frente a diferentes imprevistos futuros y, por supuesto, ahorrar para el largo plazo.
La finalidad de la gestión del dinero propio mediante presupuestos es siempre la misma: tener una mejor salud financiera, más estabilidad y mayor tranquilidad. Además, esto también permitirá afrontar otros gastos como el pago del seguro del coche o del hogar, la planificación financiera de unas vacaciones y fijarse objetivos de largo plazo, que son los que transforman verdaderamente la salud financiera.
¿Cómo hacer un presupuesto?
Según Bank of America, una de las reglas que se deben seguir para elaborar un presupuesto personal es la conocida como 50/30/20. La primera partida, que se enfoca en el 50% de los ingresos, debería ir destinada al pago de la hipoteca, los suministros o préstamos y la alimentación. Por ejemplo, para un salario de 2.000 euros, 1.000 irían destinados a afrontar el pago de todos los conceptos mencionados.
El 30% restante, según esta regla, debería ir el ocio, el pago de gastos superfluos como las suscripciones a plataformas, la planificación de las vacaciones y otras compras que puedan surgir en el mes, como ropa o un electrodoméstico. Así, de ese salario, 600 euros, se pueden destinar a estos conceptos.
Finalmente, el 20% restante debería ir para el ahorro y la creación de un fondo para emergencias. Dentro de ese ahorro, se puede separar entre el largo plazo, como la jubilación, como el corto plazo, que iría a crear ese colchón financiero. Es decir, 400 euros mensuales que deberían ahorrarse en una u otra partida.
Tu presupuesto, más allá de esta regla
Aunque esta es la regla más seguida, lo ideal es que personalices tu presupuesto. Para ello, lo recomendable es anotar los ingresos que tienes al mes, así como los gastos fijos y los variables. De esta manera, debes calcular los porcentajes que te salen a ti, ya que puede ser un 60/30/10 o un 40/30/30. La composición puede variar en función de la situación personal de cada uno.
En cualquier caso, siempre debe quedar una parte para el ahorro, ya sea el 5, el 10 o el 20%. Sin duda, el ahorro es lo que consigue transformar las finanzas personales y ganar una mayor tranquilidad. Por eso, dentro de este apartado se debe separar entre el ahorro para el corto plazo, como el ahorro para el largo plazo.
En el ahorro para el corto plazo lo que se busca es la creación de un fondo de emergencia con el que afrontar el mantenimiento del coche, el pago de los seguros, un gasto imprevisto por una avería en casa, etc. Este colchón puede cambiar en función del nivel de vida de cada persona u hogar, pero para mayor seguridad debería ser el equivalente a tres salarios. Así, siguiendo el ejemplo anterior, este fondo de emergencia podría ser de unos 6.000 euros.
Nunca te olvides de invertir
El ahorro a largo plazo es lo que transforma la salud financiera de cada una de las personas. Una vez que se cuente con ese colchón financiero, aunque lo sigamos aumentando para mayor seguridad, se debe pensar en el futuro. Si sigue la norma del 50/30/20, un 10% –englobado dentro del último porcentaje– debería ir destinado para esta partida, que no es otra que el ahorro a largo plazo. En este caso, serían 200 euros.
La mejor manera de ahorrar para el futuro, para la jubilación o para tener más tranquilidad es hacerlo mediante la inversión. Invertir en los mercados financieros a través de productos como un fondo de inversión, un fondo indexado, un ETF u otro tipo de producto es diferencial. En línea con el ejemplo, al cabo de 20 años, una persona que guardase 200 euros todos los meses para el largo plazo tendría 48.000 euros, que por el efecto de la inflación se transformarían en 39.089 euros.
Sin embargo, si esa misma cantidad (200 euros al mes), se invierten en una cartera que rinda al 7% anualizada en 20 años tendría 105.276 euros, si se descuenta la inflación, serían 96.365 euros. Es decir, tendría 2,4 veces más patrimonio si en lugar de guardar el dinero y dejarlo parado, lo hubiera invertido.