Se trata de las dos criptomonedas más populares y ambas se basan en tecnología blockchain, pero tienen sus diferencias. Desde su nacimiento o su valor hasta el modelo de emisión o el protocolo de consenso que utilizan, Bitcoin y Ethereum pugnan por reinar en la escena cripto.
El fútbol americano y el rugby, la pizza y la empanada, el yoga y el pilates. Hablamos de deportes, comidas y ejercicios físicos que tienen cosas en común pero importantes diferencias. Ocurre igual con Bitcoin (BTC) y Ethereum (ETH): las dos se basan en la tecnología blockchain, sin embargo, mientras Bitcoin está desarrollado esencialmente para ser un medio de pago digital, Ethereum busca convertirse en la plataforma por excelencia para el desarrollo y distribución de aplicaciones descentralizadas, en particular, aquellas orientadas al sector financiero (DeFi). Las dos criptomonedas más conocidas tienen cosas en común, pero también muchas diferencias.
¿Cómo surgen?
Vayamos al comienzo. El creador de Bitcoin es Satoshi Nakamoto, quien en 2009 inició la revolución de las criptomonedas. Como el más famoso de los grafiteros, el británico Banksy, nadie sabe quién es en realidad Nakamoto. Hace tiempo dejó el proyecto Bitcoin en manos de la comunidad.
Ethereum fue creado por un gran equipo de desarrolladores, entre los que destaca el programador y escritor Vitalik Buterin, nacido en Rusia, criado en Canadá y con residencia actual en Suiza.
Financiación inicial
El desarrollo de Bitcoin fue completamente abierto y Satoshi Nakamoto no solicitó ni recaudó fondos. El grupo inicial de desarrolladores no recibió pago alguno. Hoy en día, solo unos pocos de ellos reciben un salario gracias a las donaciones individuales, de fundaciones u organizaciones favorables al mundo cripto.
Ethereum comenzó su desarrollo después de una oferta inicial de monedas –proceso conocido como ICO– en 2014, que recaudó 18 millones de dólares. Con este capital se pagaron a desarrolladores, diseñadores, traductores y otros que ayudaron a hacer realidad el proyecto.
Suiza, una fórmula magistral
Suiza tiene la receta perfecta para mantenerse en el podio como capital financiera e ir más allá. La tradición, innovación y sofisticación de su banca privada es un polo de atracción para la inversión.